Por pasarelas, subiendo por troncos suspendidos y resbalosos, llegando a esas montañas de niebla y largas caídas de agua. El suelo es de pastos rojos, de pelusas rubias, Copihues diminutos, arbustos en miniatura, corales secos, musgos duros. El suelo es un gran colchón, se hunde a cada paso, como una piel elástica, como carne tierna por abajo soportando la presión de los pasos. La sensación es de desconcierto al flotar en un suelo firme, tan incongruente como tener que navegar en un mar sólido. Abajo del tejido de ese suelo vegetal, hay un líquido viscoso; es humedad de tierra concentrada en una pulpa insólita, que terminó por separar el suelo del terreno firme. Esta agua densa es lo que mantiene a Tortel elevado sobre palafitos y puentes de cipreses sobre el suelo. Es esa atmósfera sólida la que me hace sentir asombro otra vez al permitir que las pisadas se hundan tibias en esos pastos permeables, que se mantienen secos pero que contienen bajo su superficie todas las lluvias australes.
Nadie se esconde con la garuga al caer, Tortel se cubre del olor del Ciprés de las Güaitecas con cada lluvia. La pruebo en el sabor del agua algo amarilla de Tepú.
Es esa magia que contiene el pueblo de Tortel lo que me lleva a querer desarrollar el proyecto "Temporal Andino". Pues este lugar con sus sensaciones surrealistas es generador de mitos.